Uno nunca agradecerá bastante a los buenos amigos la recomendación de buenos libros que nos han hecho pasar tan buenas horas. Insisto en esta triple aplicación del mismo adjetivo como un conjuro, con el que desvanecer o mitigar el amargo regusto que permanece tras haberme encontrado, por partida doble, cara a cara con el mal. La misma ciudad, el mismo tiempo y, en buena medida, casi el mismo reparto: Praga, la capital de la belleza y de la alegría, transformada en un cementerio viviente, un tubo de ensayo del horror, la escupidera de plata para la cólera del Führer, bajo la terrible bota de la «bestia rubia» nazi: Reinhard Heydrich.
Los dos libros que me han conducido hasta ese período, a pesar de partir de planteamientos diametralmente opuestos, ofrecen sorprendentemente dos retratos cargados de semejanzas. En ambos se destaca el grado de inhumanidad que alcanzó un sistema perverso, los mecanismos del terror mediante los que se impuso, la maldita complicidad del silencio y el heroísmo frecuentemente anónimo de quienes resistieron. Sus historias difieren y se vinculan a géneros bien dispares. En un caso, nos encontramos ante una espléndida novela policiaca; y en el otro, ante una original mezcla de relato histórico, ensayo, biografía, autobiografía… y, muy a pesar del autor, novela histórica.
Los dos provocan una lectura compulsiva, los dos parten de una documentación precisa y minuciosa, los dos nos sumergen en esa Praga dominada por la férrea mano de un personaje antagonista, tan extremadamente inteligente como carente de escrúpulos. Llegaron hasta mí por la generosa sugerencia de amigos a quienes, en esta entrada, pretendo imitar. Ofrezco un esbozo breve de ambos libros para quien desee adentrarse en ellos y revivir un jirón sangrante de la historia.
Una nueva aventura de Bernie Gunther: Praga Mortal
Imagina, por un momento, que eres uno de los más afamados detectives de la policía criminal (Kripo) en Berlín, durante el apogeo del poder nazi. Imagina que tu desafección hacia el régimen es más que notoria, aunque te mantienes dentro de ese impreciso límite, más allá del cual agotarías la paciencia de los chacales. Has vivido los horrores de la exterminación en el Este, has sido testigo de las ejecuciones en masa de los Einsatzgruppen: te sientes culpable, abatido, incapaz. Hay noches en que tomas la determinación de acabar con todo y hacer saltar la tapa de tus sesos. Eres Bernie Gunther y estás a punto de verte enredado en una nueva trama que te conducirá hasta el palacio del hombre más temido entre los muy temibles gerifaltes nazis. El recién nombrado «Protector de Moravia y Chequia» -qué ironías tiene el lenguaje-, el brazo derecho de Himmler, el hombre que controla todos los cuerpos de seguridad del Reich quiere hacerte un encargo muy personal. Lo sabes bien: la experiencia no va a ser nada agradable.
No había leído a Philip Kerr hasta ahora, pero debo decir que esta nueva entrega de su afamado detective me ha fascinado. La recomendación me llegó por Javier de Navascués (no dejes de visitar su blog «el sur es el norte»). Por supuesto, como en toda buena novela policiaca la intriga es trepidante y hay un argumento perfectamente diseñado que manipula con precisión los diversos hilos de la acción, para conducirnos a ritmo de vértigo por sus páginas. No falta la historia de amor, más intensa en un contexto tan dramático, a través de un personaje femenino que nos cautiva al poco de hacer su entrada en escena.
Ya he destacado su capacidad para zambullir al lector en una ambientación histórica muy lograda. Quisiera subrayar otras virtudes de la novela. En un difícil ejercicio de tradición y ruptura, Kerr ofrece simultáneamente un relato policiaco clásico (resolución de un crimen en habitación cerrada) enmarcado en una narración negra, hard boiled, que no ahorra los detalles más escabrosos y se recrea en la condición anti-heroica de su protagonista. Agua y aceite se pueden mezclar y la mezcla resulta convincente: ¡Christie y Chandler van de la mano!
Los diálogos entre el policía y Heydrich son todo un prodigio de agudeza, donde la inteligencia se despliega orientada hacia la consecución de objetivos enfrentados: la aplicación despiadada de unos principios ideológicos monstruosos y el desesperado intento por refrenar tal avance. El interrogatorio a diversos generales nazis, para esclarecer un crimen, resulta un verdadero acto de justicia poética: es un respiro que se le otorga al lector y el desquite que nos conceden los malabares de la ficción.
Finalmente, al cerrar el libro, prevalece la impresión de que, junto al entretenimiento que suele acompañar la lectura de un buen policiaco (y este, sin duda lo es), la obra va más allá. Reconstruye la humanidad de los tiranos sin atenuar su monstruosidad, pero sin caer en el fácil recurso al tipo plano, o a la caricatura del desequilibrado mental. Consigue, así, hacer pensar sobre el proceso que condujo al abismo infernal de todo aquel sistema y sobre las corresponsabilidades que contribuyeron a otorgar el poder a personajes tan siniestros como Reinhard Heydrich.
(Me doy cuenta de que ya me estoy alargando, así que dejo el segundo libro para la próxima entrada… Como en las viejas series: CONTINUARÁ)