Recordando a Górecki: Esbozo en tres movimientos (II)

Continúo el post anterior para abordar un momento clave en la vida de Polonia: la elección del papa, en octubre de 1978. Górecki estableció, a través de la música, una estrecha relación con Juan Pablo II, que se fortalecería con el paso de los años y que estaría detrás de algunas de sus más célebres composiciones.

2º Allegro con fuoco

Katowice Akademia Muzyczna

Aquel brillante y joven músico, compañero de generación de otros dos grandes compositores: Kilar y Penderecki, ha alcanzado su momento de madurez. Tras haber llevado la vanguardia europea a una de sus expresiones culminantes, traza ahora como ellos, aunque con diversidad de soluciones, un nuevo rumbo. El prestigio granjeado lo coloca al frente de una de las instituciones musicales más importantes de su país: la Escuela Superior de Música de Katowice. Ahí, el profesor, rudo en sus modales y tremendamente riguroso, hace sudar tinta a los alumnos. Pero el método resulta, además de exigente, consistente: por sus manos pasan, en la década de los 70, algunos de los compositores polacos actuales de mayor renombreEugeniusz Knapik, Andrzej Krzanowski, Rafał Augustyn y su propio hijo, Mikołaj. Su concepción vocacional del trabajo artístico, así como la disciplina que la acompaña, queda reflejada en esta frase que repetía a sus alumnos de composición cuando le preguntaban sobre por qué o qué componer:

Si puedes vivir sin música durante dos o tres días, entonces no compongas. Sería mejor que pasaras el tiempo junto a una chica o con una cerveza [M. Kennedy, The Guardian].

Entre tanto, algo se está moviendo en la sociedad polaca, algo que parece poder agitar el férreo sistema establecido por el régimen comunista. No son tiempos fáciles. A pesar de su posición, Henryk Górecki se ve estrechamente controlado. La aparente inocuidad de la música le concede una mayor autonomía que a otros colegas artistas. Con todo, el carácter cada vez más declaradamente religioso de una buena parte de su obra, así como su innegociable defensa de la libertad creativa, lo convierten en sospechoso.

Cardenal WojtylaEn este contexto, año 1977, recibe un encargo personal del cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla: preparar la música para la conmemoración del 900 aniversario de San Estanislao, que tendrá lugar dos años más tarde. Comienza, así, tras haber concluido sus 2ª y 3ª sinfonías, un nuevo proyecto ambicioso: el salmo Beatus Vir. Será un trabajo arduo. Según él mismo ha indicado, se embarca también en una laboriosa fase de documentación: quería conocer sobre el obispo mártir cuanto estuviera en su mano. Todo podría haber quedado ahí. Esta historia hubiera concluido con la incorporación de una nueva y magistral obra a su catálogo. Pero las cosas adquirieron un giro que, en aquel momento, nadie podía sospechar. En octubre de 1978, el cardenal es elegido papa. Una marea de emociones sacude Polonia y el régimen se siente amenazado. Se cuenta que entonces, ante los rumores de que el gobierno impedía el viaje pastoral de Juan Pablo II a su tierra, Górecki protestó enérgicamente y presentó su renuncia como director de la Escuela.

(Nikita Storojew & Prague Philharmonic Ch.)

Pero las barreras no pudieron contener por mucho tiempo el empuje del nuevo papa y el clamor del pueblo polaco. En junio de 1979, Wojtyla visitaba Polonia. Su estancia en Cracovia sería el momento culminante de la celebración del centenario de San Estanislao: la obra se estrenaría ante el pontífice. Sin embargo, recordaba Górecki en una entrevista al New York Times, empezó a cundir el miedo a las represalias entre los músicos, hasta el punto de que nadie se atrevía a aparecer como director. El propio compositor tomó la batuta en la premiere de su obra y, ante la negativa de artistas consagrados a jugársela, tuvo que seleccionar a un joven cantante quien, asegura, lo hizo muy bien. La ejecución estuvo rodeada de una inefable intensidad:

Al atravesar la primera mitad de la obra, las manos me sudaban. Fue un esfuerzo enorme. Fue un trabajo duro, pero la mayor aventura de mi vida. Él era el primer papa polaco y yo era el primer compositor polaco que había compuesto para un papa. Nadie puede arrebatarme esto.

Al terminar la actuación, Górecki fue recibido por Juan Pablo II. Ambos estaban fuertemente emocionados. Teresa Malecka, vicerrectora de la Academia de Música de Cracovia, fue testigo del momento y señala que los dos llevaban lágrimas en sus ojos. El papa quedó hondamente impresionado:

La devoción de Górecki, la sobriedad en su estilo de vida y su sentido de justicia removieron al Santo Padre.

Fruto, tal vez, de este encuentro tan positivo llegó un nuevo encargo musical: el himno mariano Totus tuus. Otra de esas composiciones archiconocidas de Górecki. En esta ocasión, por motivos diversos. La obra, de extensión más breve, pretende de nuevo extraer toda su fuerza al lenguaje, reduciéndolo a una dimensión mínima que, reiterada, genera una tensión creciente. Un nombre, María, y un lema, totus tuus, se transforman en plegaria.

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