Retratos en contraste: Antígona vs Ismene

Como canicas lanzadas a un tablado los personajes se encuentran, «chocan», interactúan y, de este modo, se definen. Dos hermanas unidas y enfrentadas, simultáneamente, revelan actitudes esenciales. Las leemos: al hacerlo, algo de nosotros emerge a nuestra conciencia. No nos son, no pueden serlo, indiferentes.

Dos caras, una moneda (Paula Cabanillas Hidalgo)

Sófocles nos presenta nada más comenzar la obra a dos hermanas: Antígona e Ismena. Ambas, a través de tan sólo un diálogo, nos dejan entrever con lo que dicen y con cómo lo dicen todo un conjunto de rasgos que las hacen únicas. Gracias al autor, desde el principio, se dibujan ambos personajes de forma completa y así mismo, el conflicto del bien y el mal, que no es otro que averiguar qué es entendido como bueno y qué es lo malo realmente.

Antígona e Ismena son la cara y la cruz de una misma moneda. En este caso esa moneda es la circunstancia que rodea a ambas, tras la muerte de sus dos hermanos y el decreto del nuevo gobernador, Creonte, que obliga a castigar a Polinice por traicionar a la patria, privándole de sepultura o culto alguno. Aparece, al instante,  el dilema moral: ¿traicionar a tu patria violando la ley o traicionar al deber, como hermana, de enterrar a tus muertos?

Antígona se inclina a actuar contra el decreto y defender, de este modo, su honor y el de los suyos. Ismena se decide, aparentemente sin dudarlo, por  acatar las leyes y seguir siendo fiel a su ciudadanía. La respuesta de cada una a este dilema  ya nos dice mucho acerca de ambos  personajes. Antígona representa la lucha por los derechos y deberes morales e Ismena lo que Pío Baroja denominaría «inmovilismo», limitándose a acatar lo establecido.

En el diálogo, Ismena parece reacia a lo que su hermana tiene planeado hacer e intenta disuadirla.  Le advierte del riesgo que corre su vida si la descubriesen dando sepultura a Polinice. Para ella, la lealtad a la patria y a la ley es lo más importante y, por esta creencia, se muestra como una persona prudente en todo momento. Incluso puede llegar a parecernos cobarde, al mantenerse al margen del asunto. Antígona es todo lo contrario: ella siente que debe enterrar a su hermano y lo entiende como algo moralmente inquebrantable y que queda por encima de cualquier cosa, incluso de la patria o de su propia vida.

Tras esta presentación de los personajes y sus posturas claramente definidas y diferenciadas, empieza realmente el diálogo entre ambas, cuando Ismena suplica: «Pero por lo menos no se lo digas a nadie. Manténlo secreto; yo haré lo mismo». Tras asumir que su hermana lo hará con o sin ella, intenta ayudarla llamándola a actuar prudentemente y prometiendo guardar su secreto. Antígona le responde: «Yo no. Dilo en todas partes. Me serías más odiosa callando la decisión que he tomado que divulgándola«. Imposible resulta no detectar cierta soberbia en la protagonista, al tiempo que podemos apreciar cómo deja de lado todo razonamiento que pudiera constituir una estrategia.

Dando un enorme salto en el tiempo, hasta  el siglo XIX, la filosofía de Nietzsche podría ayudarnos a iluminar el contraste entre estas dos hermanas:  Antígona es dionisiaca, sigue los impulsos vitales, realza los valores vigorosos y no los mezquinos,  es creadora de su propia vida, viviéndola según sus propias imposiciones. Por otro lado, Ismena parece aproximarse a lo apolíneo, se rige por esa razón que, desde Grecia, siempre aparecerá vinculada a lo bueno como algo correcto, pero que para Nietzsche resulta antivital,  reprime los impulsos y genera, finalmente, la moral del rebaño que acata unas normas no impuestas por uno mismo.

Tras este desvío, regresemos a Grecia para concluir con la pregunta de qué es lo bueno y qué es lo malo. «In medio, virtus» (en el medio está la virtud), dejó dicho Aristóteles… Quizás sea algo que, con la experiencia, se va adquiriendo. Pero si existiera una fábrica de personalidades, tomaría el arrojo y la pasión de Antígona y las mezclaría con la prudencia que caracteriza a su hermana, Ismena, siendo cada una de esas partes tan importante como la otra.

Himnos a los olvidados, réquiems a los grandes héroes (Mónica Martín)

En las grandes historias el protagonista es el que tiene algo que contar. Realiza una hazaña, pone el mundo patas arriba después de soltar un discurso pensado estratégicamente para provocar terremotos a pequeña escala, y luego se lleva todo el mérito: el reconocimiento o frases como “es una pena, era muy joven y tenía talento”, si muere.

Muchos escritores se comen el coco intentando encontrar la forma de que su protagonista viva una gran historia llena de aventuras y heroicidades, para luego acabar con ellos con dos simples palabras: “Y murió”. No es que quiera quitarles mérito a los autores ni a la fuerza de esas palabras, que no pueden expresar un final de una forma tan clara, concisa y solemne…, pero sí que quiero un himno a los grandes personajes que empequeñecen a la sombra de ese protagonista inconsciente que no teme a la muerte y, en ocasiones, confunde valentía con estupidez. Quiero recordar a Ismena, hermana de Antígona.

Es cierto que en Antígona encontramos valores que todos apreciamos y en ocasiones envidiamos. Esa determinación, esa valentía, esa rebeldía ante lo que no le gusta, esa capacidad de hacer temblar al mundo. Todo eso está muy bien y muchas veces pensamos que ojalá todo el mundo pudiese ser un poquito más como Antígona. Pero, ¿qué pasa con Ismena? Ismena también es más que un simple carácter, es la encarnación de valores tan antiguos como la lealtad al pueblo, la responsabilidad y la razón. Es posible que en un principio no simpaticemos con ella: ¿qué clase de persona no entierra a su hermano? También podemos pensar que es una cobarde. Es un punto de vista, no lo niego. Pero existen más. ¿Acaso no es Ismena valiente al respetar la decisión de su hermana, al ver cómo su último familiar directo se dirige a una de las muertes más crueles?

Ismena es muy grande: es el primer Pepito Grillo, es el compañero de andanzas que acompaña a todo gran héroe, es lo que complementa al héroe. Antígona puede ser la heroína de la historia, puede ser quien lleve la voz cantante, pero Antígona no sería quien es sin Ismena, como Don Quijote no sería quien es sin Sancho, o Robin Hood sin Little John.

Dicho esto, propongo prestar más atención a esos personajes que complementan al protagonista porque son igual o más importantes, y de ellos también podemos sacar enseñanzas. Si es el compañero el que muere, se merece las mismas lágrimas que el personaje principal al que tanto cariño le hemos cogido, porque ningún papel es pequeño. Así que quiero himnos a los olvidados y réquiems a los grandes héroes.

10 pensamientos en “Retratos en contraste: Antígona vs Ismene

  1. Ismene no es prudente, sino Antígona. Hay que situarse en el contexto. Los dioses, literalmente, mandan que el cadáver se entierre. Obedecer dicha ley divina es lo sensato aquí. Antígona tenía claro cuál era la ley que más importaba. Ismene fue cobarde a contradecir a un mortal y encima después quiere expiar su conciencia declarándose cómplice sin haber movido un dedo. No simpatizo con ella ni al principio ni al final.
    Y la Tragedia hace justicia al dejarla sola, igual que a Creonte, el otro antagonista.

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