Hace exactamente dos años, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, Ana María Matute recibía el Premio Cervantes como reconocimiento a su dilatada y fecunda trayectoria literaria. Con ese motivo, justo un mes antes (en febrero de 2011), tuvimos la dicha de poder realizar esta entrevista telefónica que hoy cuelgo en el blog con un doble objetivo: regalaros sus palabras para celebrar el día del libro y rendirle mi humilde homenaje a una de las grandes damas de nuestras letras.
Todo ocurrió en el marco de una de las más bonitas aventuras que me ha tocado la suerte de poder vivir: colaborar en un programa radiofónico semanal con una sección de casi una hora, dedicada a comentar un libro. La tarde es nuestra (de Gestiona Radio) fue, más que un programa, un viaje imaginario donde poder hacer cada sábado esa radio con la que uno ha soñado tantas veces: teatro, cine, música, videojuegos, ciencia, naturaleza… todo cabía en aquel maravilloso cajón de sastre dirigido con mucho entusiasmo e ilusión por dos grandes amigos y jóvenes periodistas de raza, Dani Sánchez y Teresa Salinas. Ellos hicieron posible que aquella fría tarde de invierno llegaran hasta nosotros, llenas de cordialidad, la voz y la sabiduría de la genial escritora.
Bienvenida, señora
DS: El pelo elegantemente recortado con ese amplio y ondulado flequillo que ahora es como una caricia de nieve, porque han pasado los años; pero la vitalidad de esta dama de nuestras letras sigue intacta, intensa, colgada de esos dos grandes ojos, abiertos siempre al asombro; habla con la sabiduría de los años, con la profundidad y franqueza de las palabras que brotan del corazón, como los cuentos de ayer y de siempre: su voz es un imán que invita a escuchar una y mil historias.
Poder charlar esta tarde con Ana María Matute, premio Cervantes de este año, es todo un privilegio y se lo agradecemos muy de verdad. Empezamos nuestra charla por aquí, por este premio, un merecido reconocimiento a su larga y fecunda trayectoria como escritora. ¿Qué ha supuesto para usted recibir este galardón?
AMM: Una satisfacción enorme, porque es un reconocimiento a una labor que ha ocupado toda mi vida.
Una historia llena de historias
AA: Pero la historia de su labor como escritora comenzó muy pronto. Sabemos que hay cuentos suyos de cuando tenía ¡cinco años! Y que además se conservan en la Universidad de Boston. ¿Cómo empezó a crear historias?
AMM: Pues es algo que viene desde mi infancia (…), me gustaba mucho que me contaran cuentos y después escribirlos. Fue así como me entusiasmé con los cuentos. Después, durante toda mi vida, me han gustado.
TS: Ha afirmado usted, en más de una ocasión, que esto de ser escritora es “más que una vocación, es una manera de estar en el mundo”. ¿Cómo es esa forma de estar en el mundo? ¿Cuáles son las claves que la convierten en algo tan singular?
AMM: Es algo que va implícito en la propia contestación. Es una forma de ser, de estar. Ver la vida con los ojos de escritor.
Ignacio Agustí
DS: Con 17 años escribe su primera novela, Pequeño teatro, que tardará algún tiempo en publicarse. Pero que le abre las puertas de Destino y le granjea la temprana admiración de Ignacio Agustí… Era usted una rara avis todavía para aquellos tiempos: por su juventud y por ser mujer. ¿Fue muy difícil abrirse camino en el mundo literario?
AMM: Yo supongo que sí. Pero en mi caso no lo fue tanto. Inocentemente, terminada mi primera novela (no era la primera que escribía pero sí la que por primera vez me decidí a publicar), en un cuadernito escolar y a mano, me pregunté cuál era la mejor editorial: Destino quizás fuera la más importante entonces, no existía Planeta. Fui allí, después de mucho insistir, me recibió el director Ignacio Agustí. Fue un gran caballero, un gran señor, me vio que era una cría y que llevaba un despiste total. Me dijo que tenía que escribirla a máquina y enviarla. Resulta que vivía al lado de mi casa. Y a las dos semanas de haber enviado la novela, me lo encontré al salir de casa y me manifestó que estaban muy asombrados de que una chica tan joven hubiera escrito esa novela, y que la iban a publicar. Así empezó todo y luego ya vino lo demás seguido. Claro, al principio no fue tan fácil, pero no te creas, no me costó mucho. Tengo que decirte que yo creo que tuve hasta cierto punto bastante suerte.
AA: La década de los 50 es de una gran fecundidad en su trayectoria creativa. Además, así como se dice de los hijos que nacen con un pan bajo el brazo, puede decirse que cada uno de sus libros viene acompañado de un premio… y ¡vaya premios!: Café Gijón con Fiesta al Noroeste (1952), el Planeta con Pequeño teatro (1954), el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura con Los Hijos muertos (1958 y 1959), y el Nadal con Primera memoria (1959)… Cada libro es único, pero me pregunto si encuentra usted vínculos entre aquellas obras y su producción más reciente. ¿Hay elementos o claves que le dan a toda su obra un aire de familia?
AMM: Hombre pues eso yo no lo sé…, yo no lo sé ver. Serán los lectores lo que puedan apreciarlo más. ¿Un aire de familia? Mm, no lo sé. En lo profundo quizás sí. Es mi mentalidad, mi forma de ver la vida. De todos modos, yo empecé muy joven y, como todos, he evolucionado con los años. Y claro, no es lo mismo lo que escribo ahora que lo que escribía al principio.
Luces y sombras en la vida
TS: Hemos hablado de algunos de los muchos premios que ha recibido y, claro, alguno podría pensar que su vida ha sido un paseo triunfal o un camino de rositas… Sabemos que es usted muy pudorosa y no se trata de invadir su intimidad. Pero nos gustaría que nos hablara un poco de esa otra cara de la moneda: las dificultades y el dolor. Se lo deseo preguntar porque creo que le puede servir a mucha gente que esté pasándolo mal. ¿Cómo se enfrentó a esas realidades más duras, y cómo pudo superar, tiempo después, esa larga depresión que bloqueó su escritura?
AMM: Sí, creo que esto son cosas que pasan. Y de hecho así me lo dijo el médico. Aunque la depresión me vino en un momento maravilloso de mi vida: estaba muy feliz, estaba junto a la persona que más quería, estaba junto a mi hijo, y las cosas desde el punto de vista de mi trabajo me iban también muy bien… y, sin embargo, me vino esta tremenda depresión. Que son las malas. Las que no tienen algo muy concreto en qué agarrar, que uno pueda decir: pues, mire usted, a mí me ha pasado por esto. Yo no sabía por qué. Pero entonces me dijo el médico que la vida pasa factura. Que, a veces, cuando te has tragado muchos sapos, aunque estés muy feliz, eso sale. Ahora bien, ¿por qué?, si quieres que te sea sincera, yo no lo sé.
DS: En 1996 irrumpe de nuevo en la escena literaria con Olvidado Rey Gudú. ¡Cuántos lectores le estaremos tan hondamente agradecidos por las horas de gozo, de imaginación y de emociones que nos proporcionó la lectura de ese extraordinario libro! Pero ¿qué supuso esta obra para su autora?
AMM: ¡Ah, ese sí! Ese es libro que más quiero. Y no digo que sea el mejor, pero sí el más importante para mí. Ese sí. Porque ese es el libro que uno siempre piensa, desde niño, que podrá escribir cuando sea mayor, para decirlo así de una manera un poco infantiloide. Pero quiero decirte que de una vez yo dije: toda esa fantasía que he reprimido… Aunque no mucho, porque si vas rastreando mi obra se ve que siempre está ahí detrás. Pero es ese mundo mágico que a mí me ha apasionado siempre desde niña. Pues yo dije: doy rienda suelta ahora a todo eso, tranquilamente. Y fíjate la dedicatoria que ya lo dice: lo dedico a Andersen, a los hermanos Grimm y a Lewis Carroll, y a todo lo que olvidé y a todo lo que perdí. Es un poco eso, ¿no?
Paraíso inhabitado
AA: Hoy, en el programa, hemos presentado su última novela, aparecida en el 2008: Paraíso inhabitado. Es una obra que conjuga de manera magistral emociones y realidades humanas muy diversas; pero en ese rico mundo interior de Adri hay dos cosas que me han llamado especialmente la atención: su extrema sensibilidad y la capacidad para crear un mundo muy suyo. ¿Qué afinidades existen entre este personaje y su autora?
AMM: Hombre, pues sí que hay bastantes afinidades. No es una obra autobiográfica, pero sí que hay afinidades entre la niña que fui y la protagonista del libro. Por ejemplo, cuando se habla del cuarto oscuro se trata de un episodio que yo viví de niña. Hay cosas así, cositas. Por ejemplo, también, mi experiencia en el colegio de monjas. El trato con la tata y la cocinera… también les contaba cuentos. En fin, esas cosas así. Ahora, no es autobiográfico en absoluto, porque ni mi familia se parece en nada a la del libro, ni mis padres, ni mis hermanos, no, no.
TS: Y volvemos a una constante de su obra: la mirada infantil. Hay un momento en que la voz narradora dice: “tal vez la infancia es más larga que la vida”. ¿Qué hay en ese universo infantil que tanto le atrae?
AMM: Es que a mí me parece que la infancia es una época de la vida que marca muchísimo. Es muy importante en la vida de una persona, de casi todas las personas, vaya. Incluso hay gente que puede decir: yo no me acuerdo de cuando era pequeño. Y sin embrago, sin darse cuenta, les ha marcado.
DS: Adri habla del placer que le produce escuchar las historias de Tata María y de Isabel. De hecho, la cocina y el planchero son dos de sus rincones favoritos. Historias contadas al calor del hogar. Usted ha cultivado muchísimo el género del cuento. ¿Podría hablarnos de este arte y de esta fascinación por el relato breve?
AMM: Sí, siempre me ha parecido un genero literario muy interesante. A mí me ha gustado muchísimo leer cuentos. Y, por ejemplo, Chejov es uno de mis ídolos, por decirlo de alguna manera. Sí, creo además que es muy difícil escribir un buen cuento; es tan difícil como escribir poesía. Estando en prosa, podríamos decir que se asemeja más a la poesía. Y a mí, la poesía me parece la máxima expresión literaria.
AA: Parece que Adri teme crecer… Hay como una nostalgia adelantada y un miedo a ingresar en el mundo de Los Gigantes. ¿Qué es lo que perdemos cuando dejamos atrás nuestra infancia?
AMM: Bueno perdemos quizás esa frescura de la vida. Hay que tener en cuenta una cosa: que los niños siempre ven algo por primera vez. Esa primera impresión de las cosas de la vida que es lo que yo decía antes que marca. ¡Si pasa con cosas tan vulgares como el sabor de la comida! Tú cuando comes por primera vez unas croquetas… ya no te saben como saben a los 85 años, que son los que yo tengo. Me encantan, pero no es lo mismo… El primer gusto y la primera mirada.
Despedida
TS: Con la reciente aparición de La puerta de la luna, el lector tiene la fortuna de poder contar con la colección de sus cuentos completos. No podemos terminar esta entrevista sin atender a nuestra curiosidad de lectores voraces: ¿hay algo preparándose en su “cocina mágica” de la que tantos buenos manjares han salido a lo largo de todos estos años?
AMM: Hombre, no sé si es bueno o malo. Malo espero que no lo sea, pero sí se está cocinando. Otra novela. Lo que pasa es que primero tengo que escribir el discurso de la recepción del premio. Y esto os debo confesar que me cuesta mucho porque a mí me gusta mucho escribir cuentos y escribir novelas, pero escribir discursos… es que me cuesta mucho.
DS: Ana María Matute, premio Cervantes de este año, y autora del libro que hoy hemos estado comentando, Paraíso Inhabitado, mil gracias por haber estado con nosotros. La verdad es que es un placer el haber podido tener en directo a la autora de este libro, sobre todo teniendo en cuenta quién es usted y que para nosotros es muy importante la labor que representa dentro del panorama de las Artes y las Letras españolas. Mil gracias, Ana María.
AMM: Encantada de haber hablado con vosotros. ¡Un abrazo!
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